Entre emociones y falsedades: la otra cara de la campaña del referéndum
Ecuador acudió por segunda vez en menos de un año a las urnas y, tanto en redes sociales como en el discurso político, la desinformación volvió a moverse con rapidez, apelando más al miedo, la indignación y la incertidumbre que a la evidencia. Entre el 1 y el 13 de noviembre, Lupa Media realizó 115 verificaciones —entre contenido viral, discurso público y respuestas ciudadanas enviadas a #VerificaciónALaCarta por WhatsApp— y los hallazgos confirman que, una vez más, la disputa no solo estuvo en las urnas, sino también en la narrativa: quién lograba instalar su versión, generar impacto y mover a la gente desde la emoción.
Frente a ese escenario, la verificación se convirtió en una herramienta imprescindible para recuperar claridad en medio del ruido y acompañar a una ciudadanía cada vez más consciente de la importancia de contrastar antes de decidir.
Narrativas que dominaron la campaña
Además de desinformación puntual, durante la campaña detectamos cuatro narrativas centrales: ideas repetidas desde distintos actores, plataformas y formatos, diseñadas para generar emociones intensas y moldear la percepción pública más que para informar. Estas narrativas se alimentaron tanto de afirmaciones falsas como de piezas generadas con IA y contenidos que mezclaban hechos con interpretaciones alarmistas.
1. “La Constitución privilegia a las personas privadas de libertad por encima del resto de la sociedad”
Narrativa basada en la exageración o invención de supuestos “beneficios” para personas privadas de libertad. Circuló en contenido viral y en discursos que presentaban servicios constitucionales —como salud o educación— como privilegios exclusivos. Su objetivo fue generar indignación moral y la idea de un Estado que “premia” a quienes cometen delitos.
2. “La Constitución protege más a los criminales que a la gente honesta”
Narrativa de corte securitario, centrada en presentar artículos constitucionales como obstáculos para el trabajo policial o como “beneficios” para criminales. Surgió de interpretaciones selectivas, frases sacadas de contexto y declaraciones públicas que simplificaban un debate técnico. Su objetivo principal fue activar miedo e inseguridad.

3. “Las bases militares extranjeras ya están pactadas”
Se impulsó la idea de que la decisión sobre las bases estaba tomada incluso antes del referéndum. Esta narrativa mezcló conspiración y pérdida de soberanía, y se alimentó de documentos descontextualizados, deepfakes de noticieros internacionales y publicaciones que insinuaban acuerdos ocultos. Funcionó para instalar desconfianza hacia el proceso oficial.

4. “Si gana la opción contraria, el país colapsa”
Narrativa catastrófica que anticipaba escenarios de caos institucional, aumento extremo de inseguridad de ganar el «NO» o pérdida de derechos de ganar el «Sí». Se difundió mediante videos editados, y piezas de IA que recreaban escenarios apocalípticos. Buscó movilizar el voto desde la ansiedad y la urgencia.

Cómo funcionaron estas narrativas
Estas cuatro narrativas compartieron un propósito común:
- simplificar problemas complejos,
- activar emociones intensas (miedo, indignación, sensación de injusticia), y
- condicionar percepciones en torno al voto.
En un entorno saturado de falsedades y contenido emocional, estas narrativas se volvieron poderosas porque no apelan a datos, sino a intuiciones, temores y marcos morales que se replican con facilidad.
Desinformación viral
Analizamos 56 publicaciones virales que circularon masivamente durante la campaña. Los resultados muestran un predominio claro de la desinformación:
Es decir, el 91% de las piezas virales verificadas eran falsas. Muchas fueron creadas con el fin de alimentar temores, reforzar sesgos y movilizar emociones.
Los desinformadores repitieron estrategias vistas en procesos anteriores, como los deepfakes de noticieros internacionales para posicionar mensajes que supuestamente “los medios locales no muestran”, y la usurpación de identidad de medios ecuatorianos para difundir contenido falso con apariencia de legitimidad.

Declaraciones públicas: estrategia política
Realizamos un monitoreo diario de las declaraciones de autoridades del gobierno y organizaciones involucradas en la campaña. Un total de 11 afirmaciones fueron verificadas por su incidencia en el debate público y su viralidad en dos o más plataformas.
Las afirmaciones falsas se concentraron en temas técnicos —como la reforma constitucional o la seguridad— presentadas sin evidencia, con conclusiones que no se desprenden de los datos disponibles o con interpretaciones exageradas para reforzar posturas políticas.
Un ejemplo fue la afirmación repetida por el presidente y sus funcionarios sobre supuestos “privilegios” en la atención médica para las personas privadas de libertad, que no coincide con la normativa ni con la evidencia pública.

Este patrón revela que el discurso político, durante este proceso electoral, no solo estuvo polarizado, sino también marcado por afirmaciones incorrectas amplificadas en medios tradicionales y digitales.
IA generativa: menos falsedad, más manipulación emocional
Entre el 16 de octubre y el 12 de noviembre identificamos adicionalmente 125 contenidos generados o intervenidos con IA vinculados a la campaña. Aunque muchos no contenían falsedades explícitas, sí fueron diseñados para:
- amplificar miedo o esperanza,
- presentar versiones idealizadas de actores políticos,
- exagerar logros o amenazas,
- estetizar mensajes políticos para aumentar impacto,
- usar imágenes “épicas” o moralizantes para condicionar percepción.
La IA se consolidó como una herramienta de manipulación emocional, incluso sin generar datos falsos. El objetivo no fue engañar, sino influir.

Otros riesgos informativos durante la campaña: las estafas digitales
Aunque no forman parte de la desinformación electoral, durante el periodo de campaña detectamos un aumento significativo de estafas digitales basadas en supuestos bonos, ayudas económicas o transferencias estatales. Estos contenidos circularon con fuerza en WhatsApp, Telegram y TikTok, muchas veces desde cuentas recién creadas o que suplantaban la identidad de instituciones públicas y del presidente Noboa.
Estas estafas no buscaban influir en el voto, pero sí aprovechar el aumento de tráfico, atención y vulnerabilidad digital que suele acompañar a los procesos electorales, y también el aumento de beneficios sociales por parte del gobierno. Funcionaban bajo lógicas muy similares a las piezas de desinformación:
- sensación de urgencia,
- apelación emocional,
- autoridad falsa (logos del MIES, Presidencia, ministerios),
- enlaces que capturaban datos personales y financieros,
- estética “institucional” para generar confianza.
La circulación de estas estafas durante la campaña revela que, en contextos electorales, la ciudadanía enfrenta no solo desinformación política, sino también riesgos digitales colaterales que se potencian con el ruido informativo.

¿Qué nos deja la campaña?
Tres conclusiones destacan:
1. La “desinformación emocional” ganó terreno
La campaña se movió más por sensaciones que por información. El contenido falso, los discursos imprecisos y las piezas de IA crearon un clima donde la emoción superó al dato.
2. La verificación sigue siendo esencial
Las 111 verificaciones realizadas muestran la necesidad de contar con equipos capaces de contrastar información en tiempo real y aclarar el debate.
3. Urge fortalecer la alfabetización mediática
Las narrativas emocionales, amplificadas por la IA, requieren ciudadanía con herramientas para identificar manipulación, distinguir fuentes y tomar decisiones informadas.
¿Entonces?
La campaña del referéndum no se libró solo en debates o recorridos territoriales, sino también —y sobre todo— en el terreno de la información: un espacio disputado entre datos, emociones y falsedades.
Mientras el país se preparaba para votar, la conversación digital estuvo marcada por contenido falso en circulación masiva, afirmaciones políticas sin sustento y una nueva capa de complejidad: la presencia de contenido generado con IA orientado a influir más en el ánimo que en el entendimiento.
En medio de ese ruido, la verificación se reafirma como una herramienta clave para la ciudadanía. Informar con evidencia sigue siendo, hoy más que nunca, un acto de servicio público.



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